Alma Delia Murillo
10/11/2012 - 12:00 am
Infame inventario de las jetas indeseables
Mi autoestima está destrozada, en el piso, hecha polvo. Tiemblo, vivo llena de temores e inseguridades. Tengo pesadillas, ataques de pánico, insomnio y trastornos alimenticios. ¿Y todo por qué? Por culpa de las meseras del mal, los meseros del infierno, las cajeras psicóticas del supermercado, los sobrecargos torturadores de las aerolíneas y las taquilleras terroríficas […]
Mi autoestima está destrozada, en el piso, hecha polvo.
Tiemblo, vivo llena de temores e inseguridades. Tengo pesadillas, ataques de pánico, insomnio y trastornos alimenticios. ¿Y todo por qué? Por culpa de las meseras del mal, los meseros del infierno, las cajeras psicóticas del supermercado, los sobrecargos torturadores de las aerolíneas y las taquilleras terroríficas del Metro. Ay de mí.
¿Dónde quedó aquello de que los mexicanos somos amables y tenemos una vocación de servicio innata? Yo creo que está mutando nuestro código genético o tal afirmación es un mito fundacional del pueblo azteca porque mi experiencia revela exactamente lo contrario.
Queridos hermanos del maltrato: no están solos. Hoy vengo a contarles acerca del bullying servicial del que soy víctima pues el primer paso para sanar, según me dijo mi terapeuta, es reconocerlo y compartirlo.
Antes de adentrarme en este recuento doloroso, y siempre con el propósito de mantener una comunicación transparente, detallaré dos conceptos elementales.
Jetaeculo: Dícese de aquellas personas cuya boca está tan contraída que las comisuras semejan un culo o ano, también conocido como la parte terminal del conducto digestivo, encargada de expeler la caca.
Caraeculo: Dícese de aquellas personas cuyo rostro entero (ojos, nariz, orejas y boca) está tan contraído que semeja el mismo culo o ano de la definición anterior.
Los abominables seres que comparten estas características son una plaga que invade la Ciudad de México y han orquestado un terrible plan maestro para adueñarse de todo.
Con la lengua seca, manos sudorosas –y después de haberme procurado un Tafil–, hago este repaso de las jetas indeseables de los miembros de la Dinastía Jetaeculo y Caraeculo que están tomando posesión de la ciudad y sus confines.
La mesera del mal
De rostro cetrino, impaciencia en la voz, enojo omnipotente y un uniforme espantoso, esta figura mitológica suele desintegrar con la mirada. Avienta el plato sobre la mesa, descompone la mezcla de café-crema que con tanto esfuerzo habías logrado, presiona para que pidas la cuenta, no responde al saludo y se asegura de traer todos los alimentos exactamente como no se los pediste. Debes comer agachando la cabeza, concentrándote en tu sopa fría, permanecer en el anonimato. Pobre de ti si te atreves a levantar la mano, a pedirle algo. Entonces desearás no haber nacido porque con toda su rabia, su desencanto y su técnica perfeccionada durante años, te hará sentir miserable. Así que piénsalo siete veces antes de provocar su furia.
El mesero del infierno
Este demonio insolente es un aspirante a bufón: se regodea en fastidiarte, te acosa, se burla de ti, finge que no te mira ni te escucha aunque tú estés batiendo las manos como en el final de una guerra o vociferando intensamente. Es perverso e inmoral. Si puede, te cobrará de más al traer la cuenta y debes dar por descontado que escupirá en tus alimentos por el mero gozo de reafirmar su poder.
La cajera zombi del súper
Ten presente que su configuración emocional y su lógica no son de este mundo. Es por eso que cuando llegas a tu turno de cobro simplemente cierra la caja y te dice con voz de autómata: ya cerramos. Si tienes la suerte de llegar a tiempo, te arrebatará el dinero o la tarjeta, mirará hacia un punto en el horizonte o hacia la cuarta pared, cualquier cosa antes que hacer contacto visual contigo: no te soporta, eres un ser humano.
La cajera zombi del Oxxo
Es la hermanita menor de la Cajera del Súper y tiene un comportamiento similar. Pero ésta, al ser más joven, aún conserva cierto resabio vital que la vuelve insolente, engreída, insoportable y hormonal. Suele estar absorta en su teléfono móvil y nunca responder a lo que se le pregunta.
La taquillera fantasmal del Metro
Esta alma perdida vaga entre nosotros porque está cumpliendo penitencias de vidas anteriores. Te hará dudar de su existencia, de tu cordura. Pero ella está ahí, dispuesta a intimidarte con toda la violencia pasiva de su silencio. Y si le da la gana, te mirará por un segundo, hará que te estremezcas y te aventará las monedas y los boletos. ¡Tómalos y corre!, ¡corre por tu vida!
El personal maldito de las aerolíneas del Hades
Las aerolíneas son un círculo del infierno y su personal es un ejército de demonios mayores, ángeles caídos y todo tipo de criaturas concebidas para el mal. Te tratarán como delincuente, como idiota, como infectado del pabellón más virulento, se mofarán de ti, dispondrán de tu tiempo y te harán perder años de tu vida en largas y tortuosas esperas que no servirán ni para expiar tus pecados. Su maldad es total, sólo quieren hacerte infeliz y dejarte en la miseria, en la más absoluta de las pobrezas, extirpar hasta el último impulso de alegría de tu ser y hasta el último centavo de tu cuenta bancaria.
El Operador Bestial de Call Center
Hemos llegado al límite, a la línea entre la vida y la muerte. Este ser monstruoso es el más terrorífico que se haya conocido nunca, peor que los temidos Cíclopes o la legendaria Esfinge. El Operador abusa de ti, te hostiga, te corta la respiración y te manipula para que termines aceptando que cualquier cosa es tu culpa: tú no marcaste bien, tú no tecleaste bien tu clave, tú no elegiste la opción correcta para el tipo de servicio que querías, tú eres un ser vil, inútil, torpe, involucionado y debes morir.
Llamar al Call Center es como adentrarse en el espeso terreno de la adivinación, como rendirse a la voluntad del Oráculo de Delfos porque si eres elegido para hablar con un telefonista: estás maldito. Rogarás a los dioses que te responda una máquina porque el Operador Bestial podría inducirte al suicidio. Sólo los más fuertes superan esta prueba escalofriante y transformadora.
Pero si después de tales retos iniciáticos en tu camino del héroe emerges frágil, humillado, con heridas sangrantes y reptando pero vivo: felicidades, estás listo para habitar en la posmodernidad y ahora perteneces a la Cofradía de los Sobrevivientes a La Cultura Servicio al Cliente. Sé que cuando nos encontremos habremos de reconocernos y, sin decir nada, como dos guerreros honorables, nos daremos un abrazo.
@AlmitaDelia
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